domingo, 25 de agosto de 2013

La chica de blanco (o no todo es lo que parece)

Hace unos años me contaron esta historia, quien me la contó no había pasado por esta experiencia, pero si conocía a uno de los que misteriosamente desapareció sin dejar rastro.
Era la década de los 70 en el siglo pasado y un grupo de geólogos de Centromin había logrado llegar a la cumbre de una zona inhóspita en las alturas de Huancavelica. Sabían por testimonios de algunos comuneros que habían afloramientos de mineral en varias zonas; allí, a no muchos metros de altura, habían logrado llegar luego de cuatro infructuosos días de cabalgata y de una caminata mucho más tediosa y esforzada.
Germán era un muchacho trabajador que soñaba con ser ingeniero, para lograrlo tenía que trabajar para que una vez teniendo los ahorros pueda estudiar tranquilo. Un ingeniero que conoció en uno de varios trabajos le consiguió un cupo en este grupo de exploradores, la paga era muy buena y la experiencia sería invaluable.
Una vez establecidos y con las carpas ya instaladas empezaron a realizar un reconocimiento de la zona a explorar, en el tercer día de dicho reconocimiento Germán se encontraba tomando unas muestras, cuando de repente escuchó la risa de una mujer, le pareció muy extraño, pensó inicialmente que era el viento que silbaba fuertemente. Ese día no pasó nada extraordinario.
Al día siguiente comentó lo sucedido a los ingenieros quienes riéndose respondieron: "¡carajo, no llevas ni dos semanas aquí y ya estas extrañando a las mujeres!, será mejor que te concentres en el trabajo y dejes de pensar zonceras"
Dicho esto, Germán no volvió a tocar el tema, y se dedicó al trabajo.
Luego de dos días de seguir escuchando la risa de la mujer y decidido a demostrarse que todo no era producto del fuerte viento, Germán fue en busca de la fuente de dicho sonido. Su impresión fue tremenda, una chica joven vestida completamente de blanco estaba contemplándolo con una mirada traviesa. "¿Quién eres tú?" Le preguntó Germán, "y ¿qué haces aquí?".
"Mi nombre es Arcadia, vivo abajo, y siempre vengo a dejarle el almuerzo a mi padre que trabaja en la bocamina que esta por aquí. La vez pasada escuche que alguien caminaba y te vi y me dio risa todo lo que cargas encima"
"Son mis herramientas, sin ellas no podría trabajar bien" le respondió. "Mi papá no necesita tanta cosa, su picsa y su bolsita para el mineral es suficiente, seguro eres de la ciudad" le dijo la chica.
Así pasaron toda la tarde conversando hasta que Arcadia le dijo que tenía que irse pues sino su padre iba a enojarse mucho.
Al día siguiente el joven explorador regreso al lugar y volvió nuevamente a conversar con la chica, empezó a enamorarse sin saberlo.
Al tercer día la chica le dijo que sería mejor si la acompañaba para mostrarle donde sacaba mineral su padre, pues así podrían comprarle la mina. "Está bien, vamos" le dijo Germán.
A unos cuantos metros doblando el cerro el joven pudo ver una bocamina en donde se podía ver mucho mineral, era oro, y de muy buena ley, al ver ello le dijo a la chica que le avisaría a sus compañeros para que puedan conversar con su padre a lo que ella casi a punto de llorar le dijo que no, que su padre se enojaría mucho, que mejor sería ir primero sólo con él para explicarle, que luego los demás podrían venir.
Cuando estaba a unos cuantos metros de ingresar a la bocamina escuchó una voz que gritaba su nombre, "Germán! ¡Despierta! ¡Germán aléjate de allí!" Era uno de los ingenieros quien al percatarse que Germán había dejado sus herramientas abandonadas salió a buscarlo. Germán volteó y le dijo al Ingeniero: “Inge! ¡Aquí hay harto mineral! ¡Venga rápido! La chica desesperada intentó jalar a Germán hacia la bocamina, el ingeniero empezó a lanzarle piedras a lo que la chica respondió con un grito ensordecedor, soltó a Germán y se metió corriendo a la bocamina.
Germán cayó desmayado y empezó a convulsionar botando espuma por la boca; unos minutos después reaccionó y preguntó a los ingenieros por la chica. "¿Chica, cual chica?, ¡cojudo la que te tenía agarrado del brazo era una vieja bruja bien fea, cuando vi que te llevaba al barranco empecé a gritarte y a tirarte piedras para que reacciones! La bruja montó en cólera y gritó horrible y se lanzó sola al barranco, ¡quería llevarte con ella!"
Germán se quedó boquiabierto, en frente suyo no había ninguna bocamina, sólo un despeñadero de unos 300 metros de profundidad. "Vámonos muchacho, no vuelves a salir sólo, de aquí en adelante te quedas conmigo revisando las muestras en el campamento".
El joven explorador se había encontrado con una especie de chununa que a diferencia de la que habita en Piura podía cambiar a diversas formas. Luego de esto, Germán regresó a Lima y nunca más volvió a realizar este tipo de trabajos, es más, hoy trabaja como contador para una transnacional y no le gusta hablar de este tema, aunque algunas noches se despierta escuchando la risa de la chica de blanco.